El peor momento que consideró de la maternidad es cuando se enferman nuestros bebés.
Es un dilema. No sabemos qué hacer o qué no hacer aunque ya hayamos pasado por la misma experiencia.
En nuestras mentes llegamos a desear que todo vuelva a la normalidad cuanto antes. Qué esa medicina que le estamos dando a nuestros bebés sea efectiva para que pronto se encuentre con buenos ánimos y mejor salud. Deseamos que en un abrir y cerrar de ojos, este nuestro hij@ jugando, riendose y divirtiéndose como siempre.
Les confieso que ya he tenido mis primeras pataletas, dedicadas especialmente a mi mami y papi. Los miro, y se que no les gusta cuando me comporto así pero es mí forma de protestar. Como aún no se hablar bien me cuesta mucho decirles que quiero, que no, en que estoy de acuerdo, etc…
Ellos me comprenden siempre, pero ya hemos tenido nuestros primeros altercados porque yo también quiero expresar mi opinión.
He descubierto que para decir lo que pienso, puedo gritar, llorar, tirar lo que haya a mi alrededor (lo que mi mami me de para calmarme), entre otras cosas… pero cómo hago si apenas estoy descubriendo mis emociones (rabia, alegría, tristeza y miedo) y tengo que aprender a controlarlas.
Quién dijo que la maternidad sería fácil?
No lo es, requiere mucho trabajo, esfuerzo y dedicación, pero es también la etapa más hermosa de una mujer.
Una madre debe estar siempre atenta a las necesidades de su hij@, debe estar presente para orientarlo en cada etapa de su desarrollo. Una madre puede convertirse en la aliada perfecta para su hij@ para que ambos sean felices, sin importar los obstáculos que se presenten en el camino.
«Cuando nace un bebé, nace una mamá. La mujer ya existía, pero la mamá es alguien absolutamente nuevo.»
Definitivamente cuando somos mamás llegamos a entender muchas cosas que estaban a nuestro alrededor y que de pronto antes nos podrían parecer insignificantes. Ser mamá es ese momento especial en que tu vida cambia para siempre.
Lucas, tiene casi 15 meses, se siente más grande y lo vemos más grande pero aún sigue siendo un Baby, mi Baby.
En este tiempo, mi sentido de alarma está más encendido, me preocupa que le pase algo malo, que se golpee fuerte, que no quiera comer, que no sea sociable, en fin. Muchas de esas preocupaciones están ligadas con mis miedos y con los patrones de desarrollo adecuados para su edad. Y es que la verdad, al ser padres primerizos nos llenamos de dudas: «será que hace lo mismo que los otros niños de su edad, será que está atrasado, le falta mayor estimulación, o le falta socializar más, será que está adelantado»… muchos SERÁS. Pero en realidad, olvidamos que aunque el crecimiento y el desarrollo de todos los niñ@s siguen patrones similares, cada niñ@ se desarrolla a su propio ritmo. Cada niñ@ es diferente. Quizás tengan la misma edad, hasta hayan nacido el mismo mes, pero su proceso es completamente diferente.
Me encanta esta etapa que vivo como madre y me encanta aún más la edad de Lucas. Su emoción por aprender, descubrir y ver nuevas cosas. Me emociona aún más y le sigo la corriente. Tanto es así que hace muchas expresiones mías y espera que cuando él las hace yo esté presente para ver cómo ha aprendido.
Sí mamá, así como lo escuchas: «ya estoy grande». Tengo 12 meses, ya pase de ser un bebé a ser un niño grande.
Grande me considero porque a diferencia de los bebés, soy más independiente, ya sé que cosas me gustan y que cosas no. Sé que me falta descubrir y aprender muchas cosas. Pero con las que ahora sé, me siento un niño grande.
Pensándolo bien últimamente me he convertido en una mala madre.
Desde ya he empezado a imponerle límites a mi bebé. Le debo decir NO aunque el quiera experimentar nuevas cosas. Su mirada y sonrisa pícara me reta y me trata de sobornar para retratarme de lo dicho anteriormente. Él solo juega y se divierte, a través del juego experimenta y aprende cosas nuevas.